COMPARTIENDO DESDE LA PARROQUIA...
A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS Y DE LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS
Evangelio de Lucas 13,22-30
“Traten de entrar por la puerta estrecha,
porque
les aseguro que muchos querrán entrar y
no podrán”
Ceferino es
testigo directo de un tiempo donde el Pueblo Mapuche padecía los efectos
devastadores de las campañas denominadas “conquista del desierto”. Campañas
alentadas por el afán de incorporar oficialmente al territorio argentino la
masa geográfica patagónica evitando que otro territorio le ganase de mano. El
nombre de este emprendimiento prefigura el espíritu del mismo, se habla de
conquista del desierto cuando se sabía que el “desierto” estaba habitado y
ocupado por comunidades indígenas. Antes de este avance hubo corrientes que
alentaron un acercamiento integracionista con las comunidades que habitaban la
Patagonia a través de acuerdos y cooperaciones con herramientas y semillas.
Pero esta política lamentablemente naufragó y triunfaron quienes pensaban al
indígena bajo los parámetros del incivilizado, el bárbaro, el malonero. Se
impusieron las propuestas de avanzar sometiendo e instrumentando la fuerza.
Después de
muchos sucesos dolorosos y ante la imposibilidad de continuar resistiendo, el
cacique Manuel Namuncurá en nombre de la tribu presentó una “rendición honrosa”
al ejército argentino para evitar ser menoscabados y al menos asegurar la
posibilidad de un porvenir. El senado de la nación le proveyó a la tribu tres
leguas de tierra en la zona de Chimpay. Para las costumbres que sustentan el
estilo de vida de la tribu este pedazo de tierra es insignificante. Tiempo
después, el gobierno valiéndose de una clausula tramposa desplazará la tribu
Namuncurá a inhóspitas tierras a pie de cordillera y le entregará al Coronel
Guerrico el espacio desalojado con título de propiedad incluido.
El gobierno le entrega una mensualidad a
Namuncurá que este reparte entre los integrantes adultos de la tribu para
canjear por alimentos. Lo que el gobierno les entrega es una miseria.
Ceferino es testigo de los atropellos
padecidos y del estado de pobreza crónica de su familia. El P. Noceti escribe
“Ceferino demostró una intuición precoz sobre la realidad que lo circundaba y
una capacidad de liderazgo que a pesar de ser chico ya se hacía notar: ‘Papá,
fíjate como estamos. Si seguimos así vamos a la desaparición. Quiero estudiar
para ser útil a mi gente. Quiero revertir esta situación.’.
A los 11 años
Ceferino hace un planteamiento inspirado en el hacer de su persona un
instrumento de salvación para su Pueblo. Y
está decidido a pasar por la “puerta angosta” (Lc. 13,24) , esa puerta que
implica dejar a sus afectos y desplantarse de su tierra para ir a
Buenos Aires a estudiar. No es la única puerta estrecha por la que
Ceferino debió pasar, se siguieron presentando desafíos, nuevos
discernimientos, nuevas decisiones, nuevas renuncias. Algunas semillas de VIDA
sembradas por su testimonio demoraron en brotar, pero nada puede contra los
tiempos de Dios y hoy la voz de Ceferino tiene la fuerza movilizadora de los vientos
del sur animando a que “vivamos viviendo”. Ubicados en la realidad que nos toca
vivir y optando por el camino de conducirnos con justicia, viviendo una solidaridad real y efectiva con los hermanos
que nos rodean.
Bendiciones!!!
P. Cristian Bonin
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