Extractos para reflexionar sobre la Encíclica Lumen Fidei (Puntos 50,51,52)
Al presentar la historia de los patriarcas y de los justos del Antiguo
Testamento, la Carta a los Hebreos pone de relieve un aspecto esencial de su
fe. La fe no sólo se presenta como un camino, sino también como una
edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre pueda convivir
con los demás .La fe revela hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos
humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos.
Precisamente por su conexión con el amor (cf. Ga 5,6), la luz
de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. La fe nace del encuentro con
el amor originario de Dios, en el que se manifiesta el sentido y la bondad de
nuestra vida, que es iluminada en la medida en que entra en el dinamismo
desplegado por este amor, en cuanto que se hace camino y ejercicio hacia la
plenitud del amor.
La luz de la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su capacidad de mantenerse, de
ser fiables, de enriquecer la vida común. La fe no aparta del mundo ni es ajena
a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo. Sin un amor fiable, nada
podría mantener verdaderamente unidos a los hombres. La unidad entre ellos se
podría concebir sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en
el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia
del otro puede suscitar. La fe permite comprender
la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su
destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la
edificación, contribuyendo al bien común.
Sí, la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de
la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá;
nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con
esperanza. La Carta a los Hebreos pone un ejemplo de esto cuando nombra, junto
a otros hombres de fe, a Samuel y David, a los cuales su fe les permitió «
administrar justicia » (Hb 11,33).
Esta expresión se refiere aquí a su justicia para gobernar, a esa sabiduría que lleva paz
al pueblo(cf. 1 S 12,3-5; 2 S 8,15). Las manos de la fe se alzan
al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre
relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios
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