COMPARTIENDO DESDE LA PARROQUIA...
Evangelio del Domingo 14 de julio ,
Lucas 10,25-37
“Maestro:
¿Qué tengo que hacer
para
heredar la Vida Eterna?”
Este pasaje del Evangelio,
conocido como la parábola del Buen Samaritano, es bellísimo. En palabras simples, concretas, movilizantes y
recordables Jesús condensa aquello que debe caracterizar al testigo de Dios. Si
hay alguien que puede decir que el samaritano fue buena noticia en su vida es
aquel que sufrió los atropellos de los asaltantes que lo dejaron medio muerto.
Si el samaritano no hubiese pasado por ese camino esta historia de atropello se
hubiese visto agravada por la tragedia de la muerte de un hermano. Porque
mientras el sacerdote y el levita que pasaron por ese camino vieron al
moribundo y se hicieron los distraídos, el samaritano paró e instrumentó acciones
que lo rescataron de la agonía. El Papa Francisco dice : “¡Ah! Como quisiera
una iglesia pobre para los pobres!”.
El buen samaritano encarna el
ejemplo de aquel que se empobrece para favorecer la vida del más pobre, que era
esta persona despojada de casi todo. Solo le quedaba un hilito de vida.
El samaritano interrumpe su
camino, ayuna de sus planes y prioriza al que más necesita. Gasta lo que
llevaba en su botiquín para curar al asaltado; lo carga en la montura de su
caballo y él camina; lo lleva a una posada y asume todos los gastos para la
recuperación de este hermano. El samaritano se empobrece para enriquecer en
posibilidades de vida al más pobre. El que obra con este espíritu es el que
tendrá vida eterna nos dice Jesús.
Y creo que si este es el
espíritu que debemos madurar también debemos dejarnos interpelar en aras de
transformar y reconstruir aquellas actitudes de indolencia e indiferencia ante el
sufrimiento del prójimo, como las del sacerdote y el levita. Y llegar a las
causas que generan personas que consideran viable abrirse paso por la vida
robando y violentándose contra los demás, como es el caso de los asaltantes.
Bendiciones!!!
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