“El Espíritu de Dios se
manifiesta para el Bien Común” (1Cor. 12,7)
Ayer celebramos Pentecostés en
el Templo parroquial. Una sencilla pero grata ocasión de encuentro , reflexión
, oración y proyección de vida dejándonos oxigenar por lo compartido.
En el momento de la reflexión
de la Palabra proyectamos un video en el que escuchamos el testimonio del Papa
Francisco a la pregunta ¿Cómo mantiene la esperanza a pesar de las dificultades
y las guerras de nuestro tiempo?. La respuesta fue vivencial …. fuimos tomando
algunas de sus acentuaciones para gustarlas en nuestro aquí y ahora personal ,
familiar , pastoral …. el Papa habló de una sana inconciencia que suena mejor
sí lo expresamos en los términos de audacia ; rezar con coraje y abandonarse ; ….
y la que me pareció particularmente valorable : salir a la periferia. Que es
mirar la vida desde la perspectiva de las márgenes … macerar el corazón con las
interpelaciones que surgen en el lugar del último …
Unimos a la celebración una
pequeña planta de olivo que obsequió Victor Tomaselli desde Cabildo (localidad
cercana a Bahía Blanca). Esta planta tiene la particularidad de ser familiar
del olivo enviado por el Sr. Tomaselli con la anuencia de la nunciatura
apostolica hacia Tierra Santa en abril de 2014
para ser plantado por el Papa Francisco
en el monte Getsemaní.
Este pequeño olivo
quedará en Choele Choel y la gente deberá decidirle un lugar … sin perder de
vista el sentido del mismo … el olivo es signo de paz … los
signos no garantizan la materialización de la misma pero sanamente comprendidos nos estimulan a
participar en la realización de este bien … no de la paz particular sino de la
paz común … una paz que no pacta con hipocresías ni se torna tolerante a
ciertas injusticias para evitar la alteración del ecosistema social … no hay
paz sin justicia. Y la certeza sobre esto último nos implica agilizar madureces
en relación al afronte de situaciones conflictivas. En lo personal , sobre este tema , me ayuda
algo que expresa el Papa Francisco “Ante el
conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara,
se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera
en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las
instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se
vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse
ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un
nuevo proceso. «¡Felices los que trabajan por la paz!» (Mt 5,9).”
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