“Quiero
ser útil a mi Pueblo”, es el lema que Aparicio eligió tomando esa expresión que
conocemos del Peñi Ceferino Namuncurá.
Hoy , Aparicio Millapi recibió el sacramento
del orden diaconal permanente de manos del P.O. Esteban Laxague. Una muy Buena Noticia. Así lo vive Aparicio y su
familia. Así lo vive cada comunidad y cada expresion eclesial en la iglesia diocesana de Viedma. Así se sintió en la alegría y la emoción de todos los presentes. Se vio en el cariño y la generosidad de los
preparativos de parte de hermanos de las comunidades de San Antonio Oeste, Las
Grutas y el Puerto que trabajaron con el corazón para que haya clima de
alabanza y fiesta. Se vió en el calor de la bienvenida a cada peregrino de distintos pagos que
viajamos para unirnos a la compartida. Se
notó en las expresiones de afecto y valoración de las comunidades por donde el
matrimonio Millapi y familia animaron Vida y Fe con el testimonio de su paso
misionero.
Por algo Dios ha querido que sea Aparicio el primero en atravesar el
umbral al servicio del diaconado permanente en nuestra querida diócesis de
Viedma. Le ha tocado junto a sus hermanos en la Fe y en comunidad hacer huella .
Tengamos presente, oremos, acompañemos, a
quienes vienen dando pasos de preparación junto a su familia para este
servicio.
Nos dice el Papa Francisco “Por
lo tanto, cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su
bien, ampliamos nuestro interior para recibir los más hermosos regalos del Señor.
Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados
para descubrir algo nuevo de Dios. Cada vez que se nos abren los ojos para
reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios. Como
consecuencia de esto, si queremos crecer en la vida espiritual, no podemos
dejar de ser misioneros. La tarea evangelizadora enriquece la mente y el
corazón, nos abre horizontes espirituales, nos hace más sensibles para
reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros esquemas espirituales
limitados. Simultáneamente, un misionero entregado experimenta el gusto de ser
un manantial, que desborda y refresca a los demás. Sólo puede ser misionero
alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad
de los otros. Esa apertura del corazón es fuente de felicidad, porque «hay más alegría
en dar que en recibir» (Hch 20,35).
Uno no vive mejor si escapa de los demás, si se esconde, si se niega a
compartir, si se resiste a dar, si se encierra en la comodidad. Hay que
reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar,
bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de
alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo
ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y
la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente
buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser
pueblo. ¡Alcanzamos
plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de
nombres!” ” (Evangelii Gaudium 272, 273)
Fotos: gentileza Ana María Millapi y Corcho Vilalta
Detras de toda fiesta hay un gran equipo:
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