Recomparto por esta vía expresiones desde Neuquén que considero de bien e interés común . Palabras de Rubén Capitanio y la transcripción de la gustosa homilía del P.O. Virginio Bressanelli durante la misa en conmemoración de Don Jaime de Nevares (19/05/2017). Abrazo y Bendiciones. Cristian
SI CALLAMOS SOMOS CÓMPLICES.
Ante la realidad que vivimos como país en este tema
de los Derechos Humanos, es imprescindible que sepamos de qué estamos hablando
y qué pensamos como Iglesia. Por eso nos parece más que una clara orientación
la Homilía o Reflexión de nuestro Padre Obispo Virginio en la Misa al cumplirse
el aniversario de Don Jaime.
Lamentablemente esta opinión no fue difundida a la
sociedad, quizás por la falta de comunicación social de nuestra
Diócesis, por eso nos parece importante compartirla con todas y todos a fin de
darla a conocer a nuestras Comunidades, grupos y sociedad en general.
Fraternalmente
Rubén Capitanio
HOMILÍA A LOS 22
AÑOS DE LA PASCUA DE DON JAIME
(Catedral de Neuquén,
19/05/2017)
Saludo a todos, especialmente a las Madres de
Plaza de Mayo Inés y Lolin y a Oscar Ragni, a quienes queremos mucho en nuestra
comunidad, por su ejemplo inclaudicable de lucha y de coherencia en la defensa
de los DDHH, en la búsqueda de esclarecimiento de todo lo ocurrido bajo el
Terrorismo de Estado que tanto dolor y muerte sembró en nuestro País. Lo hago
en una forma especial ya que celebramos los 40 años de la Organización de las
Madres por esta causa. Hago míos, para Lolin e Inés, muchos de los conceptos y
sentimientos que don Oscar Ragni expresó con ocasión del Acto realizado en el
Teatro Español el pasado 30 de abril.
Celebramos hoy los 22 años de la Pascua de Don
Jaime. 22 años de su paso definitivo de este mundo a los brazos de Tata Dios,
que él amó con cariño de hijo y que sirvió en TODOS sus hermanos, sobre todo en
los últimos, los más pobres y pequeños, en los excluidos de la sociedad, en los
perseguidos y en todas las víctimas de la violencia en el tiempo de la
dictadura (1976-1983).
Don Jaime fue un creyente, hijo fiel de la
Iglesia, religioso salesiano, sacerdote educador, obispo padre y pastor del
Neuquén. Su vida, su palabra, sus gestos y sus obras fueron motivados por el
lema que acompañó todo su ministerio sacerdotal y episcopal: “El amor de Cristo
nos apremia” (2 Cor 5, 14) “El amor de Cristo nos apura”, como tradujimos en el
año Centenario de su nacimiento.. El amor de Dios que experimentó en su vida,
lo llevó a amar a los demás hasta las últimas consecuencias, e hizo de él el
pastor de Neuquén que Dios quería y que el pueblo aquí necesitaba. Una
espiritualidad verdadera es una espiritualidad encarnada en un lugar y en su
historia. Esta fue la espiritualidad de Don Jaime. Como Jesús, encarnó en sí
mismo la realidad más dolorosa de sus fieles y de sus contemporáneos.
Las lecturas bíblicas de hoy nos pueden ayudar a
hacer memoria viva de Don Jaime, que no es solo recuerdo del pasado, sino que
es un estímulo a nuestro compromiso actual y a transitar el camino que
Dios pone por delante nuestro.
La primera lectura (Hch 15, 22-31) pone de
manifiesto el grave conflicto (pastoral y doctrinal) que tuvo la Iglesia
naciente, en Jerusalén, poco después de la resurrección y subida al cielo del
Señor. Los Apóstoles y demás discípulos necesitaron reunirse en el primer
Concilio que tuvo la Iglesia. Se expusieron las distintas miradas que cada uno
tenía sobre la integración de los que procedían del mundo no-judío y que se
convertían a la fe en Cristo. Se escucharon mutuamente, escucharon asimismo las
maravillas que Dios obraba, en ese ámbito, por la predicación de Pablo y de
Bernabé. Discernieron todo en oración a la luz del Espíritu Santo, buscando en
ello los designios de Dios. Bajo la acción del mismo Espíritu Santo,
encontraron juntos el camino a seguir.
Don Jaime, siempre hijo fiel de la Iglesia, a la
que amó y cuidó con cariño, se fue haciendo al ministerio pastoral a través de
un largo camino de fe, oración, formación humana y cristiana, en su familia, en
el Seminario, en la Congregación Salesiana y en el Concilio Vaticano II. Pero
tuvo el toque decisivo y definitivo, el toque de la gracia, en sus visitas al
interior de la Provincia, en el contacto con las comunidades mapuches y
crianceras; en el contacto con los más pobres; tomando partido en el
conflicto de El Chocón; y haciéndose eco del dolor de las Madres que tenían
hijos desaparecidos.
El Evangelio (Jn 15, 12-17) nos presenta el
origen y las consecuencias del mandamiento de Jesús, que nos propone amarnos
los unos a los otros como él nos amó. Se trata de amar como amó Jesús. Lo cual,
no es solo sentimiento, sino que es un compromiso de vida; es una entrega por
el otro. Solo este tipo de amor nos permite descubrir la amistad de Cristo, y
hace que nuestra vida sea fecunda y produzca frutos duraderos.
Don Jaime fue un verdadero amigo de Jesús. Su
vida produjo frutos en abundancia que perduran en el tiempo y que son semilla
de nuevas siembras y de nuevas cosechas.
Este compromiso de Don Jaime está en los orígenes
de nuestra historia y de la Iglesia Neuquina, y es la herencia que nos
legó. Nosotros somos parte de su siembra y queremos producir los frutos
genuinos de lo que él sembró.
En razón de eso queremos reavivar en nosotros la
misma espiritualidad, profundamente evangélica, que lo animó a Don Jaime. Sabemos
que sin Cristo no podemos nada; seríamos como una rama desgajada del tronco que
le da la vida; seríamos como un sarmiento cortado de la vid. No podríamos dar
fruto duradero.
Con Don Jaime queremos reafirmar nuestro
compromiso pastoral de ser de todos y para todos, sin excluir a nadie; pero con
él queremos preferir también a aquellos sectores de la sociedad que son
excluidos por otros y que no tienen las mismas oportunidades de desarrollo, de
dignidad y de felicidad que Dios quiere para todos sus hijos.
De allí que la salvación en Cristo que buscamos y
proponemos debe ser total e integral: abarca al ser humano en toda su realidad
corporal y espiritual, personal y social, temporal y eterna. Por eso, junto con
Don Jaime, estamos llamados a encarnar el Evangelio de Cristo sin glosa, sin
arreglos, sin restricciones. Un Evangelio que nos orienta constantemente a
promover el Reino de Dios que es paz, verdad, justicia, libertad, solidaridad,
fraternidad, esperanza, amor, fe y compromiso en construir el bienestar de
todos y para todos, en medio de las limitaciones de este mundo,
convencidos que su plenitud se alcanzará solo por gracia de la misericordia de
Dios, cuando Él vencerá nuestra misma muerte y quitará todos nuestros males.
Desde esta perspectiva, quiero dejar asentada mi
postura frente a la opción por los Derechos Humanos que siempre caracterizó a
la Iglesia Neuquina:
-estamos en favor de la vida, y de la vida en
abundancia y plena para todas las personas.
-estamos contra todo tipo de violencia, y contra
toda impunidad real y legal, total y/o parcial, directa y/o encubierta. Por eso
no cabe en esta lógica la aplicación del beneficio 2 x 1.
-no podemos equiparar el terrorismo de estado con
el delito común, aunque rechazamos a los dos, de donde venga.
-los crímenes del terrorismo de estado son de
gravedad inaudita, ya que fueron cometidos usando el aparato del Estado, por
quienes tenían que cuidar la vida, el derecho y el bien de los ciudadanos,
obrando fuera de toda norma jurídica, secuestrando, robando, torturando,
matando, haciendo desaparecer a personas y apoderándose de niños que fueron
entregados a otra familia.
-la reconciliación cristiana no es impunidad, ni
un manto de olvido; exige un examen de conciencia serio, reconocer con verdad
el propio pecado, hacerse cargo del mal producido es tener propósito de
enmienda, reparar el mal cometido, cumplir la pena correspondiente.
-el propósito de enmienda y su justa reparación
implican la colaboración de quienes son autores, cómplices y/o conocedores de
esos males perpetrados, dando a la justicia los datos que poseen en torno a
desaparecidos, muertos, lugares donde se encuentran los restos de los que
fueron matados, que ayuden activamente a encontrar los niños desaparecidos,
etc, etc…
En este mismo contexto celebratorio y de
compromiso, quiero poner una palabra sobre lo tratado en la CEA durante su
última Asamblea, que apareció bajo el término de “reconciliación” y que dio
lugar a tergiversaciones y a muchas interpretaciones ajenas a la verdad.
Los Obispos, desde hace más de dos años, nos
venimos reclamando un espacio interno (es decir entre nosotros mismos) de
diálogo, examen de conciencia y sinceramiento acerca de la responsabilidad que
le pudo caber a la Conferencia Episcopal Argentina en relación a la Dictadura
de los años 1976-1983.
Nadie de los que actualmente somos Obispos en
función de gobierno, era miembro del Episcopado en ese tiempo. Los que somos
más viejos éramos sacerdotes, otros eran seminaristas, otros jóvenes laicos,
otros adolecentes, y en algunos casos preadolescentes. El espacio que nos
propusimos tener, haciendo un proceso que ocupará un momento significativo a lo
largo varias reuniones plenarias, nos lo debemos para confrontar nuestras
diferencias, y para tomar en serio el reclamo de organismos y personas que nos
acusan de que nuestro pedido de perdón es insuficiente.
Ese espacio fue abierto en la sesión de la
Plenaria del día 03 de mayo, y ocupó aproximadamente tres horas, en dos
tiempos: uno para ESCUCHAR tres testimonios distintos de familiares de personas
desaparecidas y muertas durante la Dictadura. El segundo tiempo consistió en
ESCUCHARNOS UNOS A OTROS LOS OBISPOS, distribuidos en grupos
intergeneracionales, preguntándonos qué edad teníamos en este tiempo, donde
estábamos y que hacíamos, y como vivimos esa realidad.
En ningún momento nos propusimos realizar un
diálogo entre represores y guerrilla. De hecho ese diálogo no se dio. Fue solo
el primer paso de un sinceramiento interno, que nos debemos y nos merecemos.
Somos totalmente ajenos a cuanto falló la Corte Suprema de la Nación (sobre el
2 x 1) que conocimos, como la mayoría de la población argentina, al día
siguiente de ese fallo. Nuestra agenda de trabajo era pública desde la semana
anterior.
Por lo tanto nos duele, y no son justas,
cualquier interpretación y difusión de noticias que no corresponden a la
verdad.
Don Jaime fue un hombre del: “al No, no; y al Si,
si”. Quiero, como pastor de Neuquén ser fiel a este tipo de conducta,
admitiendo también mi pobreza y lo lejano que estoy de la estatura de Don
Jaime, al que estimo como predecesor y cuyo camino trazado he intentado de
vivir siempre aún antes de venir aquí; pero que en Neuquén fue fortalecido por
la gracia de Dios, el sostén de esta Iglesia de la que hoy soy pastor, y el
testimonio de muchos de Uds.
Pido perdón a todas las personas que, a pesar de
mi buena voluntad, pude haber defraudado; pero les aseguro que la causa de Don
Jaime es para mí un compromiso de vida, que quiero seguir viviendo fielmente,
hasta la muerte, con la gracia de Dios y el sostén de todos Uds.
+ Virginio D. Bressanelli
scj
Padre obispo de Neuquén
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