Mañana sábado 23 de mayo será beatificado en El
Salvador el obispo Oscar Arnulfo Romero , asesinado el 24 de mayo de 1980.
Comparto expresiones de él y parte de su vida para sensibilizarnos con su
momento histórico y su opción cristiana de como vivirlo. Si vivirlo con el espíritu del Pedro asustadizo y huidizo ante el Jesús carcelado y torturado o vivirlo como el Pedro redimido ,audaz y animador de la comunidad que elije beber el cáliz de las bienaventuranzas hasta la última gota. Los animo, si tienen
la posibilidad , que vean el film “Romero” protagonizado por el excelente actor
Raúl Julia. Desde la parroquia lo proyectamos tres veces en estos últimos cuatro
años en los barrios de Choele Choel. Es muy rico en sus contenidos y muy edificante dialogarlo luego en
familia o en grupo.
Comparto también algunas expresiones de Diego
García Sayán sobre su lectura de esta beatificación “La beatificación, y la
condición de mártir que la sustenta, es directa refrendación de la firme
conducta de Monseñor Romero. ¿Mensaje hacia un “deber ser” de la Iglesia
católica y de su jerarquía en los tiempos presentes?. De la beatificación se
pueden extrapolar líneas fundamentales de conducta para el presente. Por
ejemplo, no ser neutrales frente a los retos presentes de la intolerancia y la
injusticia que aún afectan a la región latinoamericana. O frente a condiciones
de creciente violencia y desprotección derivada del crimen organizado, de la
corrupción y de la inoperancia de algunas instituciones del Estado.
Se podría decir, incluso, que con este paso se
estaría definiendo el derrotero de una Iglesia católica activamente presente en
las causas de la paz y de la justicia. Y, con ello, distante de aquella
centrada en los fastos y oropeles del poder o de convalidación —por acción u
omisión— de la represión, la injusticia o la intolerancia desde el poder.
Todo ello demanda una iglesia comprometida y con
los pies en la tierra”
Bendiciones y buen fin de semana
p.Cristian
El 24 de marzo de 1980 era asesinado Monseñor Romero mientras celebraba una misa de lunes en la capilla del Hospital de la Divina Providencia. Les recomparto algunos de sus pensamientos y una breve biografía extractada de un sitio confiable. Este hermano que hoy muchos evocan con espíritu contrito padeció la incomprensión y repulsa de muchos de sus contemporaneos. Memoria para la conversion. Memoria para la no repetición , en pequeños o grandes actos de lo cotidiano, de aquello que señalamos denigrante de lo humano. Que sentido tiene hablar "lindo" si luego traicionamos con nuestros actos lo que decimos. Que sentido tiene "pintarnos de rojo" las manos para sacarnos fotos grupales en concientizaciones sobre la No Violencia si luego ejercemos la violencia de la "neutralidad" ante situaciones reales de actos cruentos en nuestros entornos inmediatos. p. Cristian (22/3/2014)
Imagenes posteriores al asesinato de Monseñor Romero |
“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.”
-Oscar Romero
[...] Las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país. [...]
Es, pues, un hecho claro que nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa. Y de nuevo encontramos aquí la clave para comprender la persecución a la Iglesia: los pobres. De nuevo son los pobres lo que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido. Y por ello la Iglesia ha entendido la persecución desde los pobres. La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres. [...]
El mundo de los pobres con características sociales y políticas bien concretas, nos enseña dónde debe encarnarse la Iglesia para evitar la falsa universalización que termina siempre en connivencia con los poderosos. El mundo de los pobres nos enseña cómo ha de ser el amor cristiano, que busca ciertamente la paz, pero desenmascara el falso pacifismo, la resignación y la inactividad; que debe ser ciertamente gratuito pero debe buscar la eficacia histórica. El mundo de los pobres nos enseña que la sublimidad del amor cristiano debe pasar por la imperante necesidad de la justicia para las mayorías y no debe rehuir la lucha honrada. El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales. Y también el mundo real de los pobres nos enseña de qué se trata en la esperanza cristiana."
Óscar Romero
Un breve repaso de la vida de Monseñor Romero:
En 1970 fue nombrado obispo auxiliar de El Salvador, y en 1974 obispo de Santiago de María.
En esta sede comenzó a aproximarse
a la difícil situación política de su país, donde desde hacía décadas gobernaba
el Ejército. Se implicó de lleno en la cuestión una vez nombrado arzobispo de
El Salvador en 1977. Sus reiteradas denuncias de la violencia militar y
revolucionaria, que llegaba hasta el asesinato de sacerdotes, le dieron un importante
prestigio internacional. Ello no impidió que, al día siguiente de pronunciar
una homilía en que pedía a los soldados no matar, fuese asesinado a tiros en el
altar de su catedral.
Era
hijo de Santos Romero y Guadalupe Galdámez, ambos mestizos; su padre fue de
profesión telegrafista. Estudió primero con claretianos, y luego ingresó muy
joven en el Seminario Menor de San Miguel, capital del departamento homónimo.
De allí pasó en 1937 al Colegio Pío Latino Americano de Roma, donde se formó
con jesuitas. En Roma, aunque no llegó a licenciarse en Teología, se ordenó
sacerdote (1942).
El año siguiente, una vez vuelto a
El Salvador, fue nombrado párroco del pequeño lugar de Anamorós (departamento
de La Unión), y luego párroco de la iglesia de Santo Domingo y encargado de la
iglesia de San Francisco (diócesis de San Miguel). Trabajador y
tradicionalista, solía dedicarse a atender a pobres y niños huérfanos. En 1967
fue nombrado Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador (CEDES),
estableciendo su despacho en el Seminario de San José de la Montaña que,
dirigido por jesuitas, era sede de la CEDES. Tres años después el papa Pablo VI
lo ordenó obispo auxiliar de El Salvador.
Crítico por entonces de las nuevas
vías abiertas por el Concilio Vaticano II (1962-1965), no tuvo buenas
relaciones con el arzobispo Chávez y González, ni tampoco con un segundo obispo
auxiliar, Arturo Rivera y Damas. Movido por aquella postura, cambió la línea
del semanario Orientación (que desde entonces disminuyó notablemente su
difusión). También atacó, sin demasiado efecto, al Externado de San José y a la
Universidad Centroamericana (UCA), instituciones educativas dirigidas por
jesuitas y, finalmente, a los propios jesuitas, contribuyendo a apartarlos en
1972 de la formación de seminaristas (sustituidos por sacerdotes diocesanos y
nombrado él mismo Rector, el Seminario debió cerrar medio año después).
A pesar de esta serie de fracasos,
gozaba del apoyo del Nuncio Apostólico de Roma, y fue nombrado obispo de
Santiago de María en 1974. De gran dedicación pastoral, promovió asociaciones y
movimientos espirituales, predicaba todos los domingos en la catedral, y
visitaba a los campesinos más pobres. Bien visto por ello entre los sacerdotes
de su diócesis, se le reprochó cierta falta de organización y de
individualismo. En 1975, el asesinato de varios campesinos (que regresaban de
un acto religioso) por la Guardia Nacional le hizo atender por primera vez a la
grave situación política del país.
Así, cuando el 8 de febrero de
1977 fue designado arzobispo de El Salvador, las sucesivas expulsiones y
muertes de sacerdotes y laicos (especialmente la del sacerdote Rutilio Grande)
lo convencieron de la inicuidad del gobierno militar del coronel Arturo Armando
Molina. Monseñor Romero pidió al Presidente una investigación, excomulgó a los
culpables, celebró una misa única el 20 de marzo (asistieron cien mil personas)
y decidió no acudir a ninguna reunión con el Gobierno hasta que no se aclarase
el asesinato (así lo hizo en la toma de posesión del presidente Carlos Humberto
Romero del 2 de julio). Asimismo, promovió la creación de un "Comité
Permanente para velar por la situación de los derechos humanos".
El
Nuncio le llamó al orden, pero él marchó en abril a Roma para informar al Papa,
que se mostró favorable. En El Salvador, el Presidente Romero endureció la
represión contra la Iglesia (acusaciones a los jesuitas, nuevas expulsiones y
asesinatos, atentados y amenazas de cierre a medios de comunicación
eclesiásticos). En sus homilías dominicales en la catedral y en sus frecuentes
visitas a distintas poblaciones, Monseñor Romero condenó repetidamente los
violentos atropellos a la Iglesia y a la sociedad salvadoreña.
En
junio de 1978 volvió a Roma y, como la vez anterior, fue reconvenido por
algunos cardenales y apoyado por Pablo VI. Continuó, pues, con idéntica actitud
de denuncia, ganándose la animadversión del gobierno salvadoreño y la
admiración internacional. La Universidad de Georgetown (EE.UU.) y la
Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) le concedieron el doctorado honoris
causa (1978 y 1980 respectivamente), algunos miembros del Parlamento
británico le propusieron para el Premio Nobel de la Paz de 1979, y recibió en
1980 el "Premio Paz", de manos de la luterana Acción Ecuménica de
Suecia.
Aunque
no hay certezas al respecto, se ha afirmado que el 8 de octubre de 1979 recibió
la visita de los coroneles Adolfo Arnoldo Majano Ramos y Jaime Abdul Gutiérrez,
quienes le comunicaron (también al embajador de Estados Unidos) su intención de
dar un golpe de estado sin derramamiento de sangre; llevado a efecto el 15 de
octubre, Monseñor Romero dio públicamente su apoyo al mismo, dado que prometía
acabar con la injusticia anterior. En enero de 1980 hizo otra visita más a Roma
(la última había sido en mayo de 1979), ahora recibido por Juan Pablo II, que
le escuchó largamente y le animó a continuar con su labor pacificadora.
Insatisfecho
por la actuación de la nueva Junta de Gobierno, intensificó los llamamientos a
todas las fuerzas políticas, económicas y sociales del país, la Junta y el
ejército, los propietarios, las organizaciones populares, sus sacerdotes e
incluso a los grupos terroristas; para colaborar en la reconstrucción de El
Salvador y organizar un sistema verdaderamente democrático. El 17 de febrero de
1980 escribió una larga carta al presidente estadounidense Jimmy Carter,
pidiéndole que cancelase toda ayuda militar, pues fortalecía un poder opresor.
Finalmente,
el 23 de marzo, Domingo de Ramos, pronunció en la catedral una valiente homilía
dirigida al Ejército y la Policía. Al día siguiente, hacia las seis y media de
la tarde, durante la celebración de una misa en la capilla del Hospital de la
Divina Providencia, fue asesinado en el mismo altar por un francotirador. Se
atribuyó el crimen a grupos de ultraderecha, afirmándose que la orden de
disparar habría sido dada por el antiguo Mayor Roberto D'Aubuisson (uno de los
fundadores, posteriormente, del partido Alianza Republicana Nacionalista,
ARENA); sin embargo, no se detuvo a nadie y todavía en la actualidad permanecen
sin identificación y castigo los culpables.
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