¡¡¡ Carlitos!!!!
¡¡¡ Una
familia grande te despide desde este lugar de paso y una familia grande te recibe,
mate en mano, en los pagos del Tata Dios!!!
Gracias por las semillas de vida nueva sembradas junto a Mari, tus
hijos y la familia grande. Muchas semillas fueron brotando y fuiste testigo de
sus buenos frutos y muchas brotaran en tiempos y horas que se distancian de
nuestro aquí y ahora.
Gracias por ayudarnos a mantenernos enfocados en lo importante...
... a no perderle la huella a la importancia de cocinar la vida, sea
confrontar o celebrar, en atmosferas de familiaridad. La colección de mates que
tenes en el comedor es todo un signo de esto, no fuiste coleccionista de
piedras o estampillas, sino de mates. Algo tan vinculado a la charla, al
descanso compartido, a la ronda de amigos.
... a ser un tipo de la mesa compartida donde el último siempre fue el
primero en ser servido con lo que haya en la olla y sobre todo con tu corazón
puesto sobre esa misma mesa para compartir la vida entre bromas, lágrimas,
discusiones y reflexiones de vida edificantes...
... a ir al hueso sin rodeos, no dejabas para otro momento las
preguntas que ayudaban a tocar temas vitales. A veces esas preguntas levantaban
tierra, pero quien se acordonaba al hilo de ese dialogo hacia la experiencia de
crecer. Con esa capacidad de ser un tipo firme y dulce al mismo tiempo te
transformabas en pastor del prójimo... yo, como tantos pasamos por ese lugar de
ser preguntados y guiados con mucho espíritu fraterno. En estos últimos tiempos
si bien necesitabas de esa lupa grande para leer los diarios, las recetas y el
celular no perdiste en nada la capacidad de ver lo inmaterial... las cosas del
corazón. Ahí donde otros si necesitamos lupa vos veías sin necesidad de anteojos.
... a ser un tipo de ideas practicas y con aroma a “comunidad de
personas que se aman”. Nada de ideas platónicas o cosas lindas pero
irrealizables. Habrías la boca para que “la
palabra se hiciera carne y habite entre nosotros” (Jn. 1,14) .
... a cuestionar, como Jesús, las hipocresías en las que como iglesia
nos mantenemos o caemos con frecuencia... aquellas que nos alejan del estilo de
vida propuesto por Cristo... aquellas que nos llevan a arrodillarnos ante Dios
y pararnos sobre el hermano...
Cuando descansábamos tu cuerpo en tierra muchos fueron compartiendo saludos:
“Chau gordo!” , “Chau abuelo!”. Alguien desde el cariño dijo: “Chau gordo cabrón!”.
Y hubo algunas sonrisas celebrando la expresión porque no podías irte sin que
alguien le dedicara palabras a tu temperamento apasionado. Una oración de San
Agustín dice, haciendo alusión al reencuentro en el cielo: “volveremos a vernos
con todas las ternuras purificadas”. Nosotros queremos reencontrarnos con vos
así como te conocimos, sin ninguna ternura purificada y como dijo el
P.O.Esteban en sus palabras, con la capacidad intacta de hacer de los pobres
tus parientes predilectos.
Gracias Carlos, Mari y familia. Hay que seguir andando...
Cristian