Recomparto contenido de la semblanza elaborada por Eduardo y Silvia Caram sobre el p. Orlando Yorio. Importante integrarla a momentos de charla familiar , reuniones de comunidad , momentos de oración y reflexión ... permitir permear en nuestros procesos aquello que Orlando continúa transmitiendo desde su testimonio , vivencias y palabra.
En esta semblanza Eduardo y Silvia escogieron compartir el escrito elaborado por Orlando llamado "Pascua Patagonica". Al estilo de Orlando ... esa brillante capacidad de extraer de vivencias cotidianas la savia más nutritiva para la Vida-FE.
Este fin de semana compartiremos copias impresas de esta semblanza , también la pueden leer o bajar e imprimir desde la bibliotequita digital Orlando Yorio (en el sector Semblanzas) , dejaremos una copia de la misma en librería "Mana" por si a alguien la desea y le es más practico fotocopiarla.
Bendiciones y buena semana!
Cristian
ORLANDO YORIO , TESTIGO FIEL
Nació en Santos Lugares, Buenos Aires en 1932. Sacerdote Jesuita,
teólogo de los pobres y sencillos. Filósofo y Doctor en Derecho Canónico. Fue
detenido-desaparecido el 23 de mayo de 1976 en su vivienda de la Villa del Bajo
Flores, junto a su compañero Francisco Jálics, estuvieron
detenidos durante cinco meses por la dictadura militar.
En esos tiempos, centenares de religiosos, la gran mayoría católicos,
fueron desaparecidos o asesinados por la dictadura argentina (1976-83),
incluidos casos como el de dos religiosas francesas: Léonie Duquet y Alice
Domon o los homicidios de los obispos de La Rioja, Enrique Angelelli y el de
San Nicolás, Carlos Ponce de León.
Ese período fue el crimen de masas más atroz que conoció la historia
argentina, no hubo una guerra, sino un Estado que decidió desaparecer 30 mil
personas (en su gran mayoría delegados de fábricas, militante barriales,
cooperativistas, catequistas...) y, por las dudas, también se apropió de sus
hijos para instalar un modelo económico basado en la exclusión de los sectores
más vulnerables.
Cuando aparecen con vida el 25 de octubre de 1976 Orlando es inmediatamente
incardinado por Monseñor Novak en la diócesis de Quilmes y también recibido por
Monseñor Jaime de Nevares y sale del país para hacer la Licenciatura en Derecho
Canónico en la universidad Gregoriana de Roma. Su compañero de cautiverio
Francisco Jálics sale a Estados Unidos donde están sus familiares.
El 16 de julio de 1985 Orlando declara en su calidad de ex
desaparecido en el Juicio a las Juntas Militares, las repercusiones de su
declaración son un testimonio importante como prueba en los juicios que se
realizan en el presente.
En el año 1988 es pedido por Monseñor Hesayne, obispo de la diócesis
de Viedma (que en ese momento abarcaba toda la provincia de Río Negro), que lo
designa como Vicario de Justicia y Secretario de Planificación Pastoral.
Recorrerá muchos lugares de la provincia de Río Negro y su última parroquia va
a ser la de Ingeniero Jacobacci.
A causa de la división de la diócesis en el año 1993 regresa a Quilmes
donde es Vicario del Clero y párroco del barrio Marítimo.
Acompañó activamente como asesor, el pensamiento teológico que iba
surgiendo en argentina a través de los Seminarios de Formación Teológica para
laicos.
El 9 de agosto del año 2000, a la 1.05 Hs. de la madrugada muere y
pasa a formar parte del número de “seres queridos resucitados que nos miran
desde el cielo” como él decía en el momento de los difuntos.
Expresó el teólogo chileno
Ronaldo Muñoz: “Estar con el pueblo fue su experiencia, su historia, su
dolor. Abandonado por la autoridad religiosa y secuestrado por la militar,
torturado hasta el borde de la muerte, dejándolo marcado con heridas profundas.
Todo esto le pasa por compartir la vida,
la vida del pueblo.”
El obispo Miguel Esteban Hesayne
nos comparte:
“Cuando supe de la persecución
sufrida por fe y amor a Jesucristo en entrega generosa a los más pobres y
marginados, lo he considerado un mártir que seguía conviviendo entre
nosotros en forma silenciosa y humilde.
Jamás hizo alarde del cruel cautiverio sufrido. Convivir con Orlando en el
Obispado de Viedma fue la experiencia inolvidable de hacer realidad una
comunidad orante, alegre, con gran densidad humana, bañada con gracia de lo
alto, hasta la diversidad de opiniones
nos servía para dialogar en amistad
fraterna”.
El
profesor Oscar Campana nos cuenta de su teología:
“Una teología hecha en
comunidad, no hecha sólo por el “especialista”. Orlando no representa, ni
siquiera, al teólogo que va a “bajar” pastoralmente sus elucubraciones, sino
más bien a aquél que desde lo pastoral busca refugios para el pensar y para el
pensar con otros.Un método testimonial, que
daba cuenta de la pluralidad de la Iglesia que se manifestaba en un encuentro y
en un compartir la propia vida y la propia fe.
Los escritos de Orlando dan cuenta de una
serie interminable de narraciones, de relatos, de cuentos, que se van
entrelazando sin definir, sin acotar, sin cercenar las ideas, sino más bien
insinuando, abriendo senderitos de montaña, más que grandes autopistas. La teología de Orlando habla de
lo que él vio y oyó. No solo del saber erudito adquirido –que lo poseía, era un
“intelectual”-, pero él sabía leer ese otro texto, que es el texto de la vida
propia y la de aquellos con los que él decidió compartirla.”
Compartimos una de sus
historias:
PASCUA PATAGONICA: PASO
DE LA MUERTE A LA VIDA
La
primavera en la meseta patagónica se siente como una fuerte renovación de la
vida que es un misterio de lo que baja de arriba y de lo que se anima de abajo
a subir. El hielo tiene que derretirse y penetrar la tierra; o todavía no
llovió lo suficiente y tiene que caer aún otra lluvia; o es importante que el
sol brille de arriba hacia abajo hasta que se termine de derretir el hielo.
Y lo de
abajo es importante. Todo viene muy despacito. Todo se va insinuando muy
lentamente. El viento sopla y vuelve a secar lo que llovió, o el poquito de
agua que salió del hielo, y hay peligro de que los brotecitos se vuelvan a
secar. Uno va sintiendo todo eso y llega un momento en que hace fuerza para que
venga el sol y la lluvia de arriba hacia abajo y para que los que viene de
abajo hacia arriba no se canse de ir saliendo. Allí la primavera es mucho más
lenta y más trabajosa.
En Buenos
Aires viene como regalada y no nos damos cuenta.
Es importante
el hecho de que haya que bajarse, agacharse, y reconocer que hay momentos en
que tenemos que tocar fondo. Todo método pastoral tiene un techo o tiene un
fondo y hay que animarse a reconocerlo para renovarse. Es bueno seguir hasta el
fondo de nuestras pastorales y es bueno también reconocer los límites. Si uno
empieza a plantear y no querer bajar hasta el fondo, de repente se pierde lo
nuevo.
Y
hablando de la Patagonia, del bajar y subir, les cuento esto que sigue:
Antes de que empiece la primavera, en el momento de
la nieve, hay hambre, no sólo en la gente, sino también en los animales. Salvo
los gatos, en la nieve se atontan los pajaritos y los gatos los cazan más
fácilmente, pero a los perros les pasa
como a las personas o aún peor.
Frente a mi parroquia había un perro ladrón, que
venía a robar porque pasaba hambre y mucho más cuando había nieve. Un perro grande.
Yo le tenía bronca porque me desparramaba la basura. Nos teníamos bronca
mutuamente. Él me veía y escapaba porque sabía que me hacía lío.
Un día yo estaba rezando; la camioneta no estaba;
el garaje estaba cerrado, y es eso sentí unos ladridos que salían de adentro
del garaje. Estaba rezando el rosario. Era el único momento que tenía, porque
sabía que al rato me iban a venir a jorobar. Me dije: “Yo estoy rezando en
paz”. Pero al rezar pensé en la Virgen. Y me vino a la mente qué me diría la
Virgen acerca del perro, porque me di cuenta que el que ladraba era él, que
estaba encerrado y quería que lo sacara. Ya no pude seguir rezando el rosario y
me fui a buscar la llave.
Llegué, abrí, pero no vi al perro. Después de unos
momentos me di cuenta, había un foso para arreglar la camioneta, se había caído
adentro…
Cuando los ojos se me acostumbraron a la oscuridad,
me acerqué un poco más y allá abajo, en la otra punta del foso, vi que me
miraba con ojos de bronca, de pedido de clemencia, ojos de perro con angustia.
Las tres cosas estaban mezcladas: la bronca, la angustia y el pedido de ayuda.
Puse una escalera y bajé del lado opuesto a donde
él estaba, y me quedé sin saber qué hacer.
El foso era un charco lleno de barro por el hielo
derretido; estaba hecho una porquería. Caminé en el barro. Di un paso, después
otro… y el perro se acercó. Me quede quieto, quieto, y él me lamió la mano.
Entonces me animé, lo alcé, era grandote, lo puse arriba, y salió corriendo. Me
dejó todo embarrado.
A partir de ahí yo comía un bife y ya no tiraba el
hueso en la basura, lo ponía aparte. Y el perro ya no me ladraba cuando pasaba
por la casa de él. Algo nuevo había pasado, para ello necesitamos los dos
encontrarnos en lo más abajo.
Parece que es importante, en la vida, el admitir
que a veces uno tiene que encontrarse y bajar hasta el fondo, desde ahí se
puede subir.
Jesús va hasta el infierno. No solo va a una muerte
infame, o va hasta el sepulcro; la primera devoción cristiana dice que va hasta
el infierno. Baja justamente para romper, para sacar de la soledad a cada uno.
El infierno es soledad, el infierno en sí es incomunicación.
Jesús no resucita antes de haber ido hasta el
infierno, hasta la soledad de cada uno, de cada mujer, de cada hombre. Lo está
haciendo en la historia. Lo sigue haciendo. La resurrección de Él es un
acontecimiento de convocatoria, de pueblo. Bajar hasta el fondo tiene relación
con animarnos a llegar a las últimas posibilidades de soledad que tienen
aquellos con los que nos encontramos y que tenemos nosotros mismos, y una
expresión es esa vida que se renueva porque se anima a bajar hasta lo último y
desde allí a subir.